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Cultura

Bloomsday

Por Mariano Moro

Mariano Moro

“El señor Leopold Bloom comía con deleite los órganos interiores de bestias y aves. Le gustaba la sopa espesa de menudillos, las mollejas, de sabor a nuez, el corazón relleno asado, las tajadas de hígado rebozadas con migas de corteza, las huevas de bacalao fritas. Sobre todo, le gustaban los riñones de cordero a la parrilla, que daban a su paladar un sutil sabor de orina levemente olorosa”.

Al igual que Selling England by a Pound de Génesis, se podría decir que el Ulises, la novela de James Joyce, vendió Irlanda por un Chelín. Dos son, lo que podríamos decir, la máxima expresión de la cultura occidental; una es «En Busca del Tiempo Perdido» de Marcel Proust; y la otra «Ulises». Posiblemente Ulises sea la novela más citada y menos leída, podría ser porque su sola mención jerarquiza y da autoridad. Menos leída por varias razones; por la técnica del monólogo interno, que hoy después de cien años de su escritura sigue siendo infrecuente; por el desconocimiento del contexto que Joyce exige de sus lectores; por nuestra propia ignorancia del conocimiento universal mechado en cada palabra, en cada referencia, que solo algunos como Joyce o Borges tenían, además de compartir la ceguera.

Lo cierto es que Ulises marcó un antes y un después en la literatura. Es un auténtico movimiento de rebelión, una rotura de las formas establecidas; un uso del lenguaje no visto (diría Juan Sin Ropa del Santos Vega), el uso del signo como algo “no definido” mucho antes de Saussure; la forma de lectura no guiada por la costumbre, el invento de neologismos mucho antes que Lacan. Umberto Eco toma el Ulises para representar un caso paradigmático de “obra abierta” en su obra homónima. La poética de la obra abierta tiende a promover en el intérprete “actos de libertad consciente”, a colocarlo como centro activo de una red de relaciones inagotables, en las cuales él instaura la propia forma, sin estar determinado por una necesidad que le prescribe los modos definitivos de la organización de la obra.

Joyce, un desterrado eterno, vivió en un universo paralelo, entre el realismo y el simbolismo. Su tema fue siempre el arte, su propia vida fue un monólogo donde discutía, ironizaba y polemizaba con Santo Tomás, con Giordano Bruno, con Nicolás De Cusa, con Ibsen, todo amalgamado con Dublín. A pesar de su destierro, nunca se alejó una cuadra de su ciudad natal y de todos sus “infiernos” y “paraísos”, que son la materia del artista al decir de Borges, con la que trabajó Joyce y en la que viven todos sus relatos. Joyce no escribió sobre Trieste; sobre Zúrich ni sobre París, lugares donde vivió muchos años; escribió y vivió siempre en Dublín, aun no estando en ella.

Resistencia no es Dublín, pero tiene muchos puntos de contacto. Quienes se van de Resistencia, siguen viviendo en ella, sobre todo los intelectuales. Buscan gente de Resistencia, se preocupan por los problemas de Resistencia y generalmente sus obras transcurren en las calurosas calles de nuestra ciudad.

Este 16 de junio se conmemora en todo el mundo el día de Bloom, de Leopold Bloom, el personaje principal de Ulises. No solo en Dublín, sino en muchas otras ciudades del mundo la gente se viste a la usanza de Dublín de comienzos del silgo XX; se repite el desayuno que Bloom le prepara a su mujer y se recorre el famoso itinerario de aquel 16 de junio de 1904.

Seguramente, el evento es llevado a cabo por muchas personas que no son expertos en Joyce, posiblemente más por una cuestión turística que literaria, pero aun así es un pretexto que nos sirve no solo para revalorizar la gesta de Joyce, cuyo genio y pasión lo llevó a enfrentar todo tipo de ingratitudes y dificultades; la prohibición de sus obras en Irlanda, en Inglaterra, en Zúrich, en Nueva York; la negativa de sus editores de publicarlo; etc… sino para retomar la posta y continuar planteando los temas universales que continúan tan vigentes como entonces.

Fueron las fuerzas y el genio de Joyce las que lo llevaron a cambiar el mundo para siempre mostrando a la posteridad una nueva forma de mirar.

Mariano Moro – Resistencia, Chaco, 16 de junio de 2020.

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