Ante el revuelo ocasionado por las declaraciones del Ex presidente Eduardo Duhalde sobre la posibilidad de un Golpe de Estado en Argentina no queda mas que plantearse seriamente la situación social, política y económica de Argentina en un contexto regional y hasta mundial complicado, sin desatender el conocimiento, la experiencia y la capacidad de Duhalde que de esto sabe y mucho pues fue un actor importante en la crisis de 2001 y el padrino de Néstor para la llegada a la Casa Rosada que luego heredaría Cristina.
Unos días antes de las declaraciones, Don Eduardo estuvo reunido con el Presidente Fernández y con su experiencia podría haber advertido la encerrona en la que está siendo sometido por la vicepresidente que no sólo controla la vida política de los argentinos, sino tiene establecidos a sus hombres (y mujeres) en puestos claves del gobierno y en el que se manejan grandes sumas de dinero y con los que se hace asistencia que es la base de su entender la política. Tanto en ANSES como la suculenta billetera para adoctrinar gobernadores.
Tampoco podemos ignorar que públicamente actores duros del Kirchnerismo marcan la cancha permanentemente al presidente, exigiendo acciones que a la mayoría de los argentinos nos parecen descabelladas. La gente común quiere trabajar, producir. Y los más soñadores queremos cumplir la consigna de que en Democracia se come, se cura y se educa que nos señalaba Alfonsín como un norte. Tal vez Duhalde no se equivocó o no estaba fuera de sí como quisieron hacer ver algunos medios, tal vez el golpe ya ocurrió y Alberto se siente encerrado por Cristina.
La crisis de representatividad que vemos en la dirigencia política no es exclusiva de la Argentina, sólo que asistimos a una demostración cruda del desparpajo del vamos por todo que por 2015 ayudó a formar CAMBIEMOS. Esa alianza nació más por espanto ante el peligro de la pérdida de la República que por amor de los distintos partidos que la integran entre sí. De hecho, una vez que Macri llegó al poder decidió que fue sólo estrategia electoral, jugando muchas veces a la polarización con Cristina y a la interna en las provincias donde su socio el radicalismo podía hacerse fuerte (caso La Pampa, Córdoba, Mendoza y otras). La única que fue capaz de leerlo fue la Sra. de Kirchner –que tenía claro que no llegaba sola- y se corrió (electoralmente) del centro de la escena, para volver con todo y POR todo.
Faltando tres años para las próximas elecciones presidenciales, lo que los acuerdos políticos deben hacerse de forma urgente, con generosidad de los que están detentando el poder, aunque no sea por convicción, si no por necesidad que nos plantea la realidad impregnada de urgencias que el COVID desnudó y exacerbó. Las posiciones extremas, sin puentes de diálogos ni matices, sólo puede llevar a un quiebre peligroso de la institucionalidad. La toma de tierras es un indicio de la anarquía acechante.
En la oposición no alcanzaron o no alcanzamos a reaccionar. No son suficientes las reuniones de zoom, ni las recorridas en solitario por canales de televisión de algunos referentes de JUNTOS POR EL CAMBIO, aunque lo más inteligente y cercano a una autocrítica se lo escuché a María Eugenia Vidal en un encuentro con dirigentes radicales de la provincia de Buenos Aires que destacó “la necesidad de llegar a consensos con el oficialismo porque dialogar requiere mucho coraje, mucho más que confrontar. Que uno no deja de ser quien es por dialogar con alguien que piensa distinto” y fue más allá porque dijo “La pregunta no es sólo si podemos volver a ganar, sino si podemos hacer un buen gobierno” y ese creo que es el gran aporte que debemos hacerle a la sociedad. Plantearlo seriamente, debatirlo, consensuarlo e invitar a los que piensan distinto a sumarse, pero ésta vez en serio, ya no hay margen de error ni de excusas.
Sólo si entendemos esto podemos comenzar a caminar por un sendero que nos llevaría a la República que nos merecemos y soñaron los que hicieron nuestra Constitución.
Elina Viviana Nicoloff (Abogada Magíster en Ciencias Políticas).