UNIDAD PARA LA ESPERANZA
Las mujeres y los hombres del radicalismo nos reunimos nuevamente en la Convención Nacional, esta vez en la Ciudad de La Plata, para ratificar nuestro compromiso con los pilares de una democracia plena y con las condiciones para su realización: Libertad, República y Derechos Humanos, sí. Pero también la posibilidad de ascenso social para todos los argentinos. Progreso para el conjunto, bienestar y oportunidades. Educación y salud de excelencia. Igualdad. Sin que ningún argentino quede atrás.
Traemos la voz y el sentimiento de los argentinos de todas las provincias y todos los barrios que quieren que nuestra nación salga adelante en un marco de justicia y libertad.
Los radicales de todo el país y de toda la historia fuimos y somos protagonistas del sentido plural y popular de la vida pública, de la honestidad y la transparencia, de la democracia para siempre y de la libertad sin condicionamientos. Nos sentimos los grandes defensores de la Constitución y el pluralismo frente a los impulsos que los amenazan desde hace muchas décadas. Pero no es suficiente. La democracia es real cuando todos pueden tener una vida digna, y progresar. Es nuestra obligación poner todo nuestro esfuerzo para construir esas condiciones.
Con la conquista de la libertad y la democracia, en el ‘83, supimos dar forma política al estado de ánimo de la sociedad. No fue la única ni la primera vez que lo hicimos, aunque sí fue la más importante en la larga vida de desencuentros en el país. Hoy, como entonces, se trata de dar forma política al estado de ánimo de una sociedad que sabe que salir del pantano en el que estamos será difícil y trabajoso, pero que no se puede demorar ni un día más.
Vivimos en una cruel paradoja. Tenemos un país rico en recursos naturales demandados por el mundo. En algunas áreas productivas tenemos trayectorias de primer nivel internacional. Hasta hace muy poco nuestro país fue reconocido por el nivel de su educación pública y las características históricas de sus trabajadores, y por la posibilidad cierta de la movilidad social ascendente. Y sin embargo cada vez más compatriotas son pobres. Y esto es un problema democrático, porque la democracia se basa sobre la idea de la libertad, pero no puede materializarse plenamente sin oportunidades.
La situación es alarmante. Por primera vez desde la independencia, estamos alejándonos peligrosamente de las ganas de hacer mejor y más grande a la Argentina. Hoy muchos, muchísimos, demasiados argentinos piensan que vivirían mejor si se fuesen a otro país, y que lo harían si tuviesen la oportunidad. La democracia inacabada nos frustra, nos rebela, y nos obliga a multiplicar nuestros esfuerzos para contribuir a poner fin a la decadencia de este período político y que Argentina impulse un crecimiento continuado y con estabilidad.
El federalismo, otra de las bases nacionales que forjaron nuestra convivencia, es una gran cuenta pendiente. Todas las provincias son igual de importantes, igual de necesarias, y tienen la potencialidad para impulsar el crecimiento global del país. Hay que salir de la ecuación simplista de creer que la confrontación debe ser también geográfica. La región metropolitana también necesita que las ciudades intermedias alejadas del AMBA se fortalezcan.
Nuestra visión histórica, nuestros valores históricos, y nuestra tarea histórica continúan, y asumen ahora los desafíos de los nuevos tiempos.
Argentina tiene que impulsar sus fuerzas productivas. En todas las regiones y en cada provincia. Tenemos que estimular el espíritu emprendedor y facilitar la creación de empresas y proyectos productivos. Queremos que nuestro país y sus ciudadanos aprovechen la explotación responsable, cuidada y sustentable de nuestros recursos naturales, energéticos y mineros. En la montaña y en la llanura, en la pampa y en el mar. En los esteros, los ríos, los bosques y en el desierto. Tenemos que producir de manera sustentable más alimentos e insumos de alimentos. Y a la vez, tenemos que cuidar el ambiente y garantizar que las próximas generaciones puedan gozar de un país maravilloso en sus recursos naturales.
Para poner en funcionamiento de una buena vez una maravillosa máquina productiva en un mundo muy tecnologizado y competitivo, hace falta mucho conocimiento, y por lo tanto, mucha ciencia, y mucha y mejor educación.
Tenemos que incrementar rápido nuestra capacidad de exportación. El país necesita divisas que fortalezcan y diversifiquen el mercado interno y que nos permitan mejorar nuestra capacidad tecnológica y productiva. Tenemos que avanzar en la aplicación de conocimiento en la producción, y aprovechar aquellas áreas sobre las que tenemos un desarrollo considerable, como la economía del conocimiento (servicios informáticos, software y aplicaciones tecnológicas, infraestructuras digitales, robótica, nanotecnología, tecnología aeroespacial y nuclear) y la biotecnología (para la producción de alimentos per también para la industria química, energética y de la salud) y los productos de las economías regionales.
Además del ordenamiento macroeconómico, las políticas del Estado tienen que brindar el marco adecuado para el impulso: reforma del sistema impositivo, estímulos y facilidades para la inversión, simplificación y facilidades para primeros empleos, formación específica para el trabajo.
La democracia y el desarrollo no son vías paralelas, ni mucho menos antitéticas. Son, por el contrario, convergentes. Las sociedades más innovadoras son, generalmente, las que tienen democracias fuertes. Argentina va a tomar impulso de la mano del fortalecimiento de la democracia. Estado, democracia e innovación van de la mano: Para tener una sociedad que crece y se desarrolla hace falta construir un entorno con normas que se respeten, instituciones fuertes, justicia independiente y cultura del pluralismo y la diversidad, en el cual la ciudadanía viva los valores asociados a la innovación.
Todo ello contrapone a la cantidad de trabas que se imponen para que la economía se desarrolle de manera estable y previsible. El gobierno lleva adelante un modelo agotado: dificulta que los emprendedores emprendan, dificulta que se multipliquen las exportaciones, dificulta que se creen nuevas empresas, nuevos empleos productivos. Lleva más gente a la pobreza. La inflación no para y a casi todos los argentinos nos cuesta llegar a fin de mes. La falta de condiciones para que la gente pueda progresar sin ser molestada causa estragos a largo plazo.
Tenemos que volver a imponer la idea de que el trabajo, el esfuerzo, el estudio, la solidaridad, los bienes públicos de calidad van a contribuir a que cada uno viva mejor y a que toda la sociedad va a tener un marco para que todos los argentinos tengan la posibilidad de una vida digna, sin importar en qué hogar nacieron.
Los valores y las cualidades de la sociedad que queremos construir son los del progreso: educación de calidad y formación para el trabajo, igualdad de género, diversidad, participación, calidad del empleo, responsabilidad social y ambiental, envejecimiento con dignidad, creatividad, tolerancia a la incertidumbre y al riesgo, curiosidad, solidaridad, espíritu emprendedor, cooperación, espíritu de red colaborativo, comunicación activa entre gobernantes y gobernados, rendición cuentas, compromiso ciudadano, empatía, cohesión social. Son los elementos que enaltecen al ser humano y hacen de su vida una realización orgullosa para él y para sus descendientes. No queremos una sociedad de engranajes corporativos para que nos pasen los años mansamente.
En la búsqueda de esos valores irrenunciables como personas tenemos que pasar de un Estado ineficaz y anómico a un Estado inteligente y competente. Que le facilite la vida a las personas y les permita desarrollar sus propias potencialidades y buscar su propia felicidad, cualquiera sea. Parte central de las políticas inmediatas es no tener déficit fiscal y eliminar gastos que no tienen impacto positivo en la calidad de vida de los argentinos. Y quienes nos dedicamos a la vida pública tenemos que tener un comportamiento transparente y ejemplar. Es verdad que, en las cuentas del balance, el denominado gasto político no tiene incidencia mayúscula. Pero es un deber moral que desde hace siglos enaltece a la democracia.
La austeridad hace a la ejemplaridad. Y para convocar al esfuerzo hay que tener autoridad moral. La honradez y los buenos ejemplos de los gobernantes son fuente de inspiración y de esperanza. Todo lo dicho hasta aquí tiene a su vez que ir de la mano de una inserción inteligente en el mundo. Argentina está demasiado cerrada. Nos tenemos que abrir al mundo y el mundo nos va a recibir. Nuestro país necesita multiplicar los acuerdos comerciales y políticos con muchos países en todos los continentes. Es necesario fortalecer el MERCOSUR, la relación con cada país que lo integra y debemos profundizar la integración latinoamericana.
Y desde ya, Argentina tiene que ser absolutamente clara en su posicionamiento internacional: nosotros promovemos el respeto de la libertad y la democracia, que se fomente el pluralismo y la tolerancia, que se trabaje por la paz en el mundo. Del mismo modo, Argentina debe condenar sin ambivalencias las dictaduras, las pseudo democracias, los gobiernos que reprimen la libertad y violan los derechos humanos.
Argentina debe fortalecer el multilateralismo y las organizaciones internacionales constituidas para el entendimiento, el diálogo y la paz. Los aislacionismos y las autocracias contribuyen a la violencia y las crisis.
Una vez más afirmamos nuestra total condena a la invasión de Rusia a Ucrania. Argentina debe defender la integridad de los estados y la solución pacífica de los conflictos internacionales. Apoyamos y nos solidarizamos con la resistencia ucraniana y la defensa que enarbola su gobierno de una solución negociada, y abrazamos a la comunidad ucraniana y rusa que reside en nuestro país.
En este sentido, en cambio, el kirchnerismo repite su falta de ejemplaridad, su torpeza y falta de previsibilidad. La fuerza gobernante proyecta sus defectos sobre toda la nación. Se afirma en su prepotencia y en la búsqueda de minimización de las instituciones de la república. No denunció la violación a los derechos humanos en algunas provincias. Fue dubitativa y tibia en la condena a la invasión de Rusia a Ucrania, y se alía con los países autoritarios de la región.
La escasez de valores e ideales claros, la debilidad de una visión de para qué se quiere gobernar, y por lo tanto, la endeblez intelectual para marcar un rumbo y diseñar políticas acordes, ha llevado a la Argentina una situación crítica. Los problemas políticos agravan los ya profundos problemas económicos estructurales y crean, todos los días, problemas económicos nuevos. El actual gobierno se consume en una disputa interna que contribuye a que cada día se viva peor. Cuando hace falta certidumbre y previsibilidad, los gobernantes nacionales aportan pelea y boicots cruzados.
El mundo vivió meses dramáticos con la pandemia, pero en Argentina el drama, por culpa del gobierno, fue mayor. Vivimos un encierro injustificadamente prolongado. Nosotros advertimos que era un error y que iba a tener las consecuencias que tuvo. El encierro y la parálisis total no evitaron las muertes, y tuvieron resultados catastróficos para la economía (para el trabajo, para los comercios, las industrias y los cuentapropistas), la salud física y psíquica, y también para la democracia (con el abuso de los decretos de necesidad y urgencia y la imposibilidad de la normalización del trabajo de las legislaturas).
A mediados de 2020 advertimos que era urgente priorizar que se abrieran las escuelas. Todavía sufrimos la tragedia que implicó el cierre de escuelas, colegios, universidades y talleres, por un tiempo demasiado prolongado, y con evidencias demasiado escasas.
El gobierno se preparó tarde y mal para la pandemia. Negoció tarde y mal las vacunas. Montó un vacunatorio VIP. En medio de un encierro duro, el Presidente violó la cuarentena para festejar el cumpleaños de su esposa. Ahora cerraron la causa judicial, de manera inexplicable y por una suma irrisoria. Es difícil imaginar ejemplos más contundentes de lo que es gobernar mal, de esforzarse en no dar el ejemplo, de abusar de sus condiciones de poder, de la falta de noción de la importancia del lugar que se ocupa. Y muestra de modo claro la importancia de tener una justicia independiente que acompañe el principio básico de que todos somos iguales ante la ley.
A pesar de todo, hoy en Argentina existe una esperanza política para el futuro. Los deseos de cambio son mas fuertes que la resistencia al cambio. La esperanza está depositada, principalmente, en las fuerzas políticas que conformamos la corriente principal de la oposición.
Hoy la prioridad es mantener nuestros valores, y la posibilidad más real y políticamente responsable de acercarnos a ellos: la unidad de propósito y la voluntad de compromiso. Estos son tiempos de presidencialismo de coalición y la unidad de propósito hoy es mantener unida y mejorar la coalición Juntos por el Cambio. Ya mejoramos el marco de entendimiento de la coalición a partir de la aprobación del Acuerdo de buenas prácticas, que nos va a ayudar a transitar inevitables tensiones y disputas. Procuramos trabajar para fortalecer la coalición, para hacerla todavía más amplia. Y aprendemos del pasado: la coalición tiene que estar basada en acuerdos programáticos y en denominadores y valores comunes. El próximo gobierno tiene que tener una coalición integrada. Por ello es esencial avanzar en los trabajos en conjunto que se están realizando en las diversas áreas de la política pública.
En los momentos más difíciles trabajamos por la unidad para ser una oposición fuerte, determinada, constructiva y responsable. Ahora trabajamos por la unidad para ganar y para gobernar. Y ello es inseparable de la voluntad de compromiso que requiere el respeto de las reglas que regulan la coalición y la subordinación de las pasiones y las ambiciones al logro del objetivo común: sacar a este país de la espiral de la decadencia. La coalición para ganar y para gobernar debe mantener el espíritu de compromiso como política interna y como modo de interacción con sus adversarios.
Es indispensable, a la vez, y por supuesto, continuar fortaleciendo nuestro partido. Tener nuestra plataforma, nuestro programa de gobierno, y para seguir defendiendo nuestra identidad y proyectar a nuestras mujeres y hombres a los lugares de máxima responsabilidad cívica. El radicalismo utiliza toda su riquísima e inigualable trayectoria para mirar hacia el futuro. Y revitaliza también el ideario radical. En este punto tenemos que hacer un reconocimiento al extraordinario desempeño de la Franja Morada y del reformismo en las universidades. Son parte importante de la esperanza que debemos contagiar.
Lo afirmamos con toda claridad: vamos a trabajar para tener un presidente radical. Vamos a trabajar para dar gobernadores radicales a todas las provincias.
Vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que el próximo Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sea radical. Y vamos a seguir trabajando para que muchos más intendentes y jefes de comuna sean de origen radical. Para cumplir con estos objetivos un partido fuerte y unido es esencial.
Nos enorgullecen los avances que están haciendo los mendocinos, los correntinos y los jujeños. Con los gobiernos radicales esas provincias potenciaron sus sectores productivos, mejoraron la educación, impulsaron las energías alternativas, trajeron inversiones, se proyectan al mundo. Les deseamos el mismo destino de progreso a los habitantes del resto de las provincias.
Vamos a trabajar para ser también la opción de los independientes, de los que miran a la política con desconfianza, de los que vienen viendo frustradas sus expectativas desde hace décadas. Queremos ser la fuerza que dé la bienvenida a los argentinos que todavía y a pesar de todo quieren hacer algo para el país, que tienen ganas de canalizar sus broncas para construir, y de combatir los problemas de la democracia con más democracia, para que cada nueva generación se pueda sentir orgullosa de lo que hicieron sus antecesores por la felicidad de sus conciudadanos.
Este es al año del centenario del inicio del gobierno de Marcelo T. de Alvear. Un presidente, un revolucionario y un líder republicano que honra al radicalismo. Es un histórico ejemplo para las horas difíciles por las que atraviesa Argentina. Sucedió y precedió a ese otro gran líder fue Hipólito Yrigoyen y fue discípulo de Leandro Alem. Con la invocación a los dos servimos a la unidad de los argentinos y el progreso del país en la línea ejemplar de Arturo Illia y Raúl Alfonsín. Todos ellos enfrentaron desafíos enormes, inspiraron a sus contemporáneos para realizar grandes logros y fueron exitosos en el cumplimiento de sus objetivos.
Avanzamos en la consideración ciudadana proponiendo políticas que apuntan a ir revirtiendo gradualmente la intolerable situación actual. Lo hacemos enfatizando la importancia de preservar los mecanismos de la democracia social: la vida digna, la igualdad de oportunidades, la igualdad de género, el respeto por la diversidad, la deliberación pública, una macroeconomía estable y en crecimiento, el respeto del estado de derecho y el castigo de las conductas corruptas.
Vamos por un gran salto republicano, productivo y exportador, basado en el conocimiento como factor de comptetitividad.
Las y los radicales de todo el país tenemos que trabajar sin descanso para los nuevos desafíos: que poner a la Argentina de pie no sea un slogan de ocasión, terminar con este tobogán de decadencia que impone el actual período político, modernizar la economía, volver a traer la esperanza que necesitan los argentinos. En esta misión convocamos, en unidad y fraternidad, a todos los argentinos sin importar orígenes y banderías.
Honorable Convención Nacional Unión Cívica Radical La Plata, 27 de mayo de 2022.
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