Desde La Fabrica Cultural “Creemos necesario abrir espacios, en este contexto, para conversar y debatir sobre las problemáticas a las que nos vemos enfrentados todos los que trabajamos en cultura y específicamente en las artes escénicas en nuestra provincia”, espresaron desde la institución.
Manifiesto Teatral Chaqueño
Desde el año 2018, el espacio del centro de documentación de las artes escénicas de la Fabrica Cultural, impulsa los manifiestos teatrales para cada una de las fechas significativas para el Teatro, para este fecha , ha sido elegido el Actor- Director –Docente Jonatan González, quien realizará el Manifiesto Teatral por el Día Internacional del Teatro, donde plasman a través de un escrito reflexiones que sirven para el debate, el compartir sobre el estado en que se encuentra el teatro en nuestra provincia.
Breve reseña de Jonatan González
Jonatan Juan Pablo González con más de 14 años de experiencia en la escena teatral de la provincia es Profesor en Teatro, Técnico Superior de Teatro, Actor, Director y Profesor de Expresión Corporal. Es docente formador del Profesorado y la Tecnicatura en Teatro de ISPEA Danza & Teatro “María Angélica Pellegrini” de Resistencia.Es director del Grupo Conexiones en el cual dirigió diversos espectáculos como Los Mundanos, El Mashup de Bernarda, El Tiempo de las Gallinas, entre otros.Ha tomado capacitaciones con docentes locales, nacionales e internacionales en diferentes técnicas de actuación, pedagogía teatral, entrenamiento actoral, teatro físico, teatro callejero, clown, bufón, improvisación teatral y dramaturgia.Como actor ha participado de diferentes espectáculos teatrales como La Leyenda del Mate Cosido, Quinotos al Rhum, El Agujerito Finito y el espectáculo de murga estilo uruguaya ¿Dónde está? ¿Qué cosa? de Murga La Chicharra, entre otros.
MANIFIESTO TEATRAL CHAQUEÑO 2023
El Teatro como sendero generador y potenciador de nuevos vínculos humanos, sensibles y sinceros como motor para que la historia se siga escribiendo desde estas bases.
Siendo el Día Internacional del Teatro siento el compromiso de manifestar mis sentires, pensares y diálogos internos que se basan en la experiencia personal vivida, en los vínculos que fui construyendo y fortaleciendo con la comunidad y con el deseo más profundo de que este escrito sume a la reflexión continua de los años que siguen.
Soy como nos llaman “los viejos” alguien “joven” y de esta manera con la cual nos “identifican”, nos “llaman” interpreto, entiendo y encuentro que se impregnan las esperanzas de que seamos nosotrxs quienes sigamos forjando la actividad teatral para seguir creyendo en que algo pueda ser distinto, verdadero y/o mejor. Somos inevitablemente lxs responsables de continuar haciendo, escribiendo y forjando la historia del teatro de nuestra provincia, de seguir acompañando las luchas que han iniciado otrxs y proponiendo nuevas transformaciones atravesadas por estos tiempos tumultuosos, comprendiendo los nuevos paradigmas y el desafío de habitarlos.
Así como yo, otros jóvenes coetáneos empezamos este gran oficio cuando ya muchas cosas estaban hechas. Pudimos hacer Teatro en una sala con un maestro y también pudimos elegir a lxs maestrxs porque ya existían. Ya habían políticas públicas que nos permitían realizar capacitaciones continuamente, ya había una Ley Nacional del Teatro, ya podíamos ir a ver y disfrutar de obras que presentaban una gran diversidad de estéticas, porque ya había elencos, directores y salas que brindaban funciones. Ya habían pasado muchas fiestas provinciales del Teatro. Ya teníamos disponible una biblioteca con el material bibliográfico teatral que quisiéramos, ya podíamos consultar la historia del teatro chaqueño en un libro. Ya podíamos emigrar de localidad y venirnos a la capital de la provincia a expandirnos como actores y actrices, porque ya las posibilidades estaban creadas o se seguían creando. También podíamos decidir ser Profesores de Teatro, acceder a una educación pública que nos permitiera estudiar y obtener un título y animarnos a pensar en que tener trabajo de lo que estudiamos era posible gracias a esta ampliación de derechos y a un Estado que nos garantizó privilegios antes impensados. Ya sabíamos que podíamos presentar proyectos, que podíamos aplicar a convocatorias, que podíamos armar nuestro grupo de teatro y que hasta podíamos tener una sala o espacio entre otras realidades. Ya sabíamos o íbamos descubriendo que podíamos. Soy de la generación que empezó a gozar de las oportunidades o que supo que se podía crear las suyas.
Así como hemos sido beneficiarios de la lucha, de la insistencia, de la perseverancia y de la creencia de mejorar las realidades por parte de quienes nos anteceden, hoy los jóvenes del teatro nos encontramos con otras batallas culturales con las que luchar persiguiendo nuevas utopías que quizás tengan que ver más con el hecho de construir grupalidades y espacios de trabajo seguros, libres de cualquier tipo de violencia, horizontales, con perspectiva de género, con un diálogo crítico, consciente y despierto y de esta manera poder ir modelando responsablemente las pedagogías, las estéticas, las dramaturgias, etc.
Los tiempos que corren van dando cuenta de la necesaria y urgente reactualización del lenguaje, de repensar de manera imperiosa las corporalidades y las identidades desde un lugar de amplitud y de pensar en nuevos regímenes de sensibilidad. Como sociedad estamos en un punto de inflexión y de gran cuestionamiento también de las formas habituales de relacionarnos que ya no funcionan y que la vida nos lo va mostrando a diario en todos los espejos posibles.
Es un momento en donde necesitamos repensarnos integralmente para seguir siendo creadores de nuevas voluntades. Empezar a comprender que estos actos ya no son algo ajeno a la actuación sino que por el contrario constituye el motor principal.
El Teatro que ha sido protagonista y trinchera de cambios a lo largo de los siglos hoy planta una bandera más, la de la construcción de una nueva ética vincular que integre lo mencionado anteriormente y que anide la paridad y la construcción desde el deseo de evolucionar.
Hay un nuevo mundo naciendo que necesita de sabernos responsables, humanos y reflexivos. Y siempre las prácticas del Teatro se han ido tiñendo y edificando de lo que nos lastima resultando ser un candil y un reservorio sagrado en donde aprender a vernos como seres humanos.
Nuestro trabajo siempre ha sido el de la observación, el de aprender a ver con mayor nitidez la realidad, el de saber leer entre líneas los subtextos del poder y actuar con inteligencia y creatividad para resistir, luchar y para crear nuevos mundos porque el Teatro nos enseña que también tenemos un poder que nos sirve para crear circunstancias imaginarias que permitan a otrxs viajar por senderos mejorados.
Sin dudas nuestra tarea nunca ha sido fácil porque siempre se le presentan desafíos de todas las índoles, pero pienso que para producir un presente mejor debemos convertirnos en hacedores interpelables que en cada paso que demos podamos ser agentes despojados de creencias impuestas que nos alejan de lo esencial y que bloquean el paso de la creatividad y de lo lúdico, personas desprendidas de la educación social la cual se ha encargado de reprimir todo aliento de singularidad, de autonomía y de interrumpir la irradiación de energía vital que constituye la sustancia creadora.
Quizás habría que seguir alimentando pedagogías y estéticas capaces de aturdir las matrices patriarcales y heteronormadas, ofendiendo todo aquello que alguna vez nos causó daño y que hoy seguimos intentando poner en conocimiento para dejar de repetir.
A lo mejor la nueva utopía se trate de crear y habitar un camino que nos aliente y enseñe a transitar una humanidad distinta. Tal vez si golpeamos la imaginación y los sentidos desde la construcción de premisas renovadas capaz nos podamos percibir más honestos en el escenario del Teatro y en el escenario de la vida porque en definitiva los artistas estamos en un diálogo constante entre la realidad y la ficción y a lo mejor la vida se vuelva un poco más liviana y hacer Teatro se disfrute más.
Posiblemente hoy nos tengamos que seguir mirando un poco más adentro que hasta el momento y preguntarnos ¿Cuál es el diálogo que estamos teniendo con nosotros mismos? ¿Desde qué bases sensibles decidimos hacer Teatro? Y que las respuestas que cosechemos no solo queden en la obra, sino que también abajo del escenario se siga construyendo la obra de nuestras vidas, porque en definitiva es lo que vamos a volcar siempre en nuestras clases, políticas, dramaturgias y cuerpos. Y tal vez este sea un eslabón más que se sume a las luchas preexistentes para que otrxs también se animen y decidan sumarse a realizar este arte que será posible siempre a través de colectivos conscientes y libres que sacudan el universo del presente continuo.
Y como dice una canción… “lo importante no es el viaje, sino el modo de viajar.” ¡Que viva el Teatro!
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