La historia reciente de la Argentina confirma una regla no escrita pero contundente: el peronismo, cuando está en el poder, impone su lógica, su estilo y sus redes de control; pero cuando queda afuera, no se limita a ejercer la oposición institucional. Su estrategia pasa a ser otra: dinamitar, condicionar, obstruir y, si es necesario, prender fuego lo que queda en pie para que el que gobierna no pueda hacerlo.
No se trata de una exageración ni de un eslogan. Basta con repasar lo que ocurre cada vez que otra fuerza política intenta llevar adelante un programa de gobierno distinto. El peronismo, con su maquinaria sindical, su estructura territorial y su capacidad de agitación, genera un clima de inestabilidad permanente. La calle se convierte en un campo de batalla, las instituciones son presionadas al máximo y los medios de comunicación afines amplifican el caos.
La lógica es simple: si no gobiernan ellos, nadie puede gobernar. Si no controlan la lapicera, bloquean al que la tiene. Si no distribuyen ellos los recursos, paralizan el país hasta que la economía sangra. Es la famosa “resistencia”, que nunca se traduce en propuestas superadoras sino en la repetición del mismo libreto: el sabotaje.
El problema es que este mecanismo no castiga solo al gobierno de turno, sino a toda la sociedad. La inflación que se dispara, la desconfianza que se multiplica, las inversiones que se frenan y la incertidumbre que se instala afectan directamente al ciudadano común, que es rehén de una fuerza política que aprendió que destruir es más rentable electoralmente que construir.
Hoy, en medio de un contexto difícil, vemos nuevamente ese patrón repetirse. El peronismo fuera del poder no se acomoda en la oposición ni plantea un plan alternativo; busca la implosión del gobierno para volver cuanto antes, aun a costa de arrastrar al país a la ruina. Esa capacidad de destrucción es quizás el único talento que el peronismo mantiene intacto.
En definitiva, mientras otros partidos entienden la política como competencia democrática de proyectos, el peronismo parece concebirla como monopolio: o gobierna, o hace imposible que alguien gobierne. Y esa es una de las principales razones por las cuales la Argentina sigue atrapada en un círculo vicioso del que no logra salir.
Hace más de 50 años que gobiernan, directa o indirectamente, y es justamente por eso que estamos como estamos. Hasta ahora, pero como este es un país impredecible, todo es posible.
Recibí las principales noticias en tu celular. Sumate a nuestro canal !
DONAR:
✔️$1.000 - https://mpago.la/2bze4pL
✔️$3.000 - https://mpago.la/2VR9dMb
O podés suscribirte a nuestro contenido:
